Hoy tenemos el segundo de mis artículos de tintes autobiográficos, y antes de nada para el que le pueda interesar he de decir que las fotografías de las que hablaba anteriormente salieron subexpuestas…. (el obturador se quedó bloqueado en una velocidad muy rápida… 1/500 o 1/250…)
Nunca he sido religioso, pienso que un religioso es un supersticioso en potencia. Mis únicos contactos con el cristianismo se deben a motivos estéticos (como historiador del arte valoro mucho los trabajos hechos por y para la iglesia) y sociales (bodas, bautizos y funerales).
Pero desde una semana podemos añadir a esa lista otro motivo más: el profesional. (no, no se preocupen, no he ingresado en el clero). Al acabarse mi contrato laboral cómodo y tranquilo de funcionario en el Museo Arqueológico de mi pueblo he entrado a trabajar en el taller de restauración de un amigo….
Y que coño tiene que ver esto con la religión? Yo lo explicaré queridos lectores, desde el primer día estoy limpiando la policromía de una talla de un cristo… estoy más de 5 horas al día arrodillado delante de Jesús de Nazareth (más que un penitente convencional), además utilizamos productos muy fuertes que me tienen toda la mañana medio drogado… (como el dimetil, que te advierte de que hasta tres generaciones tuyas pueden heredar los residuos que tu cuerpo absorba).
Pues estar drogado bajo un cristo unas cuantas horas crea en mi extrañas sensaciones, así que como esto dure mucho más me veo predicando en el desierto, haciendo vida contemplativa (voto de silencio y de castidad incluidos).
Para ir concluyendo contaré una experiencia religiosa que me ha sucedido hoy…
Desde ayer estamos trabajando en un convento en las afueras de mi pueblo, el convento de las clarisas. Donde viven en régimen de clausura una docena de monjitas que se dedican a rezar y todas esas cosas durante el día. Apenas las vemos, nos abren cuando tocamos el timbre y nos vamos a trabajar a un garage que nos sirve de taller improvisado.
Allí estamos restaurando un enorme cuadro que relata el episodio bíblico de la lluvia de maná en la huida a Egipto, cuando los judíos se quejaron de que no tenían nada de comer el señor Moisés, Dios mediante, provocó una lluvia de maná para goce de todo el personal.
Pues el primer día he de reconocer que critique a la religión, recuerdo que dije a mis compañeros que la religión es el opio del pueblo y que yo veo bien que la religión haga ciertas cosas, pero que no se involucrara en la educación (las monjas son buenas enseñando… a base de golpes….)
Ya hoy, en el convento he notado que mi cuerpo no era el mismo, un terrible dolor y retortijones intestinales me han hecho temer lo peor… gastroenteritis!!! Tenía dos opciones o correr desesperado hacia la zona de clausura a preguntar si me dejaban un aseo o la más drástica… abonarles el huerto. Como no me gusta mucho la jardinería he optado por ir a la zona de clausura, llamo a la puerta y a esto le sigue un minuto de silencio sepulcral (eterno para mi), abre una monjita suramericana y sale fuera entornando la puerta tras de si.
-Ave María Purísima.
Sus palabras me dejan trastornado... y de repente me viene a la cabeza el resto de la fórmula protocolaria:
-Sin pecado concebido.
-que quería?
-si mire, soy del equipo de restauradores y me preguntaba si podría usar un baño, creo que estoy algo indispuesto.
-claro pase.
Me indica donde está, entro rápidamente y era un cuartito pequeñito donde no cabía ni una aguja… cuando me acomodo un poco oigo pasos tras la puerta… la señora estaba esperando a que acabase… total, que se me bloquea la cabeza y mi cuerpo no quiere funcionar… con lo malito que estaba… tras unos minutos funciona algo la cosa y salgo, efectivamente ahí estaba la monja a la que le vuelvo a decir que estoy muy malito y que probablemente volvería de nuevo a usar el aseo….
Luego estuve cosa de 45 minutos con malestar, pero al rato increíblemente me empecé a sentir mejor… yo creo que rezaron un poquito por mí… si, será eso. Ya me caen mejor.